Ni tres minutos sin anotar ni solo dos puntos hasta el ecuador del periodo. Nada iba a cambiar la historia del partido. Pau, que lo mismo asistía a Claver -cuánta rabia en ese mate, Víctor- o anotaba sin inmutarse desde la personal cual tirador lituano (64-49, m.35), no lo iba a permitir. Lituania, allá donde el baloncesto es religión, lo intentó por última vez pero en ese momento Llull le dio el golpe de gracia con un triple (69-54, m.36) que se oyó en las calles, que retumbó en cada casa, como tres días antes aquel mate violento de Gasol contra Francia. El murmullo se convirtió en grito. El rumor en realidad. España era campeona.
Foto FEB
De ahí al 80-63 final, otra ración de momentos. Llull anotando un triple a tabla y abrazándose con San Emeterio, Reyes, el español más laureado junto al mitoT, yéndose al banquillo como un héroe, chocándole la mano a su técnico, brillante en el campeonato, esencial en el éxito logrado. Rodríguez sonriente, consciente de que conseguía el oro que le faltaba, además de ser declarado mejor base del campeonato. Y Gasol... bueno, Gasol anotando, a falta de un minuto y medio, su último triple de su campeonato más redondo y poniendo en pie a todos cuando Scariolo le sustituyó. De pie Lille, de pie Francia, de pie Lituania, de pie España, claro, de pie Europa y de pie un mundo del baloncesto que volvió a cambiar durante estas dos semanas con algo tan sencillo y tan difícil al mismo tiempo como enamorar con una pelota naranja.
Fuente: Acb.com
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